
Cada vez más personas se preocupan por lo que hay detrás de cada etiqueta: aditivos, conservantes, colorantes, saborizantes… todos son ejemplos de ingredientes químicos añadidos a los alimentos procesados. Pero, ¿qué tan seguros son realmente? La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) recuerda que toda sustancia química que se utilice en alimentos debe cumplir criterios de seguridad basados en evidencia científica.
Según la FDA, un aditivo alimentario puede aprobarse si se demuestra que es seguro en las condiciones de uso propuestas. Esto se evalúa mediante estudios toxicológicos, análisis de dosis seguras y revisiones periódicas cuando surgen nuevos datos. Además, la agencia clasifica ciertos ingredientes como GRAS (Generally Recognized As Safe) cuando existe consenso científico amplio sobre su inocuidad, por ejemplo, algunos aceites, especias y extractos naturales.
Sin embargo, el sistema no está exento de críticas. Aunque la FDA exige que los fabricantes demuestren la seguridad de un aditivo antes de comercializarlo, en la práctica muchos ingredientes GRAS se aprueban a través de paneles de expertos independientes contratados por la industria, lo que ha generado cuestionamientos sobre posibles conflictos de interés.
Otro aspecto clave es que la seguridad de un químico depende de la dosis y del tiempo de exposición. Un colorante o conservante aprobado para uso limitado puede ser seguro dentro de un patrón de consumo moderado, pero contribuir a riesgos para la salud cuando forma parte de una dieta alta en ultraprocesados y baja en alimentos frescos.
Para quienes buscan comer de forma más consciente, la recomendación no es entrar en pánico, sino informarse: leer etiquetas, entender qué significa cada aditivo y priorizar alimentos reales y mínimamente procesados siempre que sea posible. La regulación existe, pero la responsabilidad final sobre lo que se pone en el plato es individual y colectiva.
Fuente: FDA — Food Chemical Safety.
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