¿Tu intestino está saboteando tu relación con la comida?

Publicado el 23 de julio de 2025, 20:04

La imagen popular de los trastornos alimentarios (anorexia, bulimia, binge eating) gira casi siempre en torno a la balanza y la fuerza de voluntad. Sin embargo, un review publicado en Nutrients acaba de romper ese molde y desplazar la lupa al lugar más insospechado: el intestino. Investigadores italianos del Policlinico Gemelli (Roma) describen cómo las mujeres con desórdenes alimentarios presentan una “huella” microbiana única —menos diversa y dominada por bacterias que alteran la producción de neurotransmisores, hormonas del apetito e incluso la permeabilidad intestinal— y sugieren que ese desequilibrio no es una simple consecuencia de comer poco o vomitar: podría ser uno de los motores que mantienen el ciclo enfermedad–recaída.

Un triángulo microbiota-cerebro-hormonas

El estudio subraya que las oscilaciones hormonales propias de la vida femenina —pubertad, embarazo, menopausia— modulan a su vez la composición bacteriana. Esas variaciones pueden amplificar la vulnerabilidad a la restricción, el atracón o las conductas purgativas, creando un bucle difícil de romper.

¿Tratamientos que pasan por el plato… y por el microbio?

Lejos de la idea de “mentes fuertes o débiles”, los autores plantean una estrategia de precisión: mapear la microbiota de cada paciente y diseñar intervenciones hechas a medida. Entre las candidatas están los psicobióticos (mezclas específicas de probióticos y prebióticos), dietas moduladas por fibra y polifenoles, e incluso el trasplante fecal (FMT). Este último ya generó el primer caso documentado de ganancia de peso sostenida en una paciente con anorexia que no mejoraba con nutrición convencional: seis kilos y un salto del 55 % en la grasa corporal tras recibir microbiota de un donante sano. Aunque los ensayos clínicos aún son pequeños, el fenómeno ilustra la potencia de “re-sembrar” el intestino.

Un cambio de paradigma en puerta

La revisión concluye que el eje microbiota-cerebro podría explicar por qué algunas mujeres recaen una y otra vez pese a la terapia psicológica y la re-alimentación estándar. El objetivo ahora es identificar biomarcadores bacterianos y hormonales que permitan predecir qué paciente responderá mejor a un probiótico, a un ajuste dietético o a un FMT, y en qué fase del ciclo vital conviene intervenir.

En síntesis: el intestino femenino no solo digiere, también “dialoga” con el cerebro sobre hambre, saciedad y emociones. Ignorar ese diálogo es dejar fuera a un actor clave. Escucharlo podría ser la pieza que falta para transformar tratamientos que hoy apenas rozan el 50 % de recuperación completa en algo mucho más esperanzador.

FUENTE: Nutrients

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